Me devuelves al mar para que aprenda
el hechizo de las voces del olvido dejadas en las manos.
Pequeñas lágrimas detenidas vibran a mis espaldas
y mi pecho rompe en un charco de lamentos
contra una atmósfera de piedra.
Había presagios en el cielo y signos en el aire.
Venía la belleza hacia mis ojos
y caminaba segura en tu planeta.
Yo te hice flor y música de nardos hicieron de tus pies
dos alas y de tu impulso ciego, un camino
que lleva a lo infinito.
Fuí la circe del mar en que viajabas descuidado
y cantaron nenúfares de noche sobre el encantamiento
mientras la rueda de la espera contagiaba de luz
toda la realidad en un instante....
No hay manera de cambiar los signos
y el encuentro dura lo que dura un sueño
y es tan real como las tempestades.
Pero quedó tu mano de adiós con ritmo de ave,
moviendo con la solemnidad de una mujer que se desnuda,
el torbellino de un fuego originario donde arde el mar
y su delirio.
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