Y qué se yo de lo que pasa,
cuando las manos callosas se doblegan
y vueltas las palmas hacia
arriba se acurrucan en el atrio de una iglesia
o se amontonan en el furgón
de cola de los trenes corriendo el riesgo de quedar sujetos por un pié en la
separación de los vagones.
Y qué se yo de aquellos, que
rondan las esquinas a las siete de la tarde
buscando en la basura la bala
perdida que perforó el chaleco
y fue a caer en el hoyo de sangre
de un agujero entre las dos costillas,
y el encorvarse un poco, sólo
un poco, para no perder el equilibrio
y rueden por el suelo las
grandes bolsas en las que juntaron
los desperdicios de los vivos
parecidos ahora al sueño de los muertos.
Por corredores sin luz avanza
una mujer sosteniendo en sus brazos,
una palabra helada envuelta
en mantas desteñidas
donde el llanto del niño se
sepulta
y las manos entumecidas de la
madre vierten
el vinagre de la angustia
sobre sus propios ojos
tratando de arrancar el oro
desvalido
en un desierto que apesta de
dolor e historias de miserias
perdidas en veredas sin sol
yendo a empeñar
el último reloj de plata,
regalo de su abuela.
Eran tortuosos los caminos
desembocando en el invierno,
siempre un lamento implorando
un adiós demasiado temprano,
cayendo en ese tragaluz sin
vidrios que llamaba a perderse
en las noches ahogadas por la
lluvia, sin tierra a dónde huir.
Es verdad y no tanto, que
buscó ser herida
en la equivocación de las
esquinas,
pero el hombre decretó que
había que aguantar esa agonía
y vomitó en los paredones
rojos de la injuria,
la rabia de un cálculo mal
hecho,
y ajustició con sus manos al
corazón del juez,
allá en el sur, donde cortan
las flores en pleno mediodía.
Y se desesperan los ecos de
las tripas que estrellan sus paredes
alucinando legumbres frescas
de una huerta
y peces y manjares que entran
por una puerta falsa
que hoy no se abrió, para alojar tanto cargamento sin destino.
Esas lágrimas…, estas
lágrimas mías retenidas
que inundan sin piedad la
brecha por donde se pierden
los casi muertos de una casi
conciencia,
casi hombres dormidos,
futuros esqueletos violentados
mordidos por las sombras de
algún cielo corrupto
que no comprendió del todo lo
humano y sus cenizas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario