No estás.
Mi mano había quedado
desde ayer prendida a tus cabellos.
Era una de esas noches en
que la ciudad desprende de su asfalto nubes de humedad, cálidos vapores
envenenados de nostalgias y pensamientos pesados como la atmósfera en la que me
sumergía. No encontraba ninguna cosa para hacer, solo esperar alguna señal tuya
después de aquel encuentro, una señal, como si no hubiese en el mundo ninguna
otra cosa que me estuviese destinada.
Decidí perderme en la ciudad,
hasta encontrarme parado frente a tí que no conozco, tratando de convencerte de
que te quedes conmigo en esta mesa, porque te voy a acompañar a vos que venís
de otro país y no entendés el idioma, que entraste aquí para encontrar a una
mujer y resulta que sólo alcohol y cigarrillos con otros como vos. Como yo
también, perdido en la ciudad, perdido en esos besos, tratando de que esa mujer
que encontré quiera darme una señal para que sea posible amarla.
A medianoche una mujer
vestida de azul estricto seguía tocando un instrumento de viento en la pequeña
plataforma del “Texas Bar” y despertaba en mí sentimientos atroces donde lo
ridículo se imponía y la burla explotaba en una carcajada irresistible cada vez
que la miraba porque la confundía con una virtuosa del ejército de salvación,
tan rígidamente parada, tan pulcra, como si ella se hubiese convertido también
en un instrumento brillante y sonoro pero sin alma.
Me quedé hasta que un
sentimiento de desesperación surgió de esos personajes ya desdibujados en medio
de la bruma, alientos de urgencias me rodearon y empujaron de mí hasta hacerme
sentir que esa desesperación era la que me expulsaba.
Tal vez la misma
desesperación que me llevó hasta ellos, y me arrojé nuevamente a la calle a
seguir caminando la noche y así llegué hasta las dársenas del riacho ancho y
sucio y desmantelado con chatas y cargueros pudriéndose hasta la mitad en el
agua y otros restos asomando ambiguamente negros sobre la superficie.
Subí y baje por las
veredas desparejas y casas de madera sin saber qué, hasta llegar a entrar
nuevamente a otro lugar cerrado y poner una moneda en una máquina y quedarme a
escuchar de pié algún blue mientras miraba sin ver otros rostros tratando de
encontrar alguno, que no encontré allí ni en esa noche.
Después otra vez las
calles y otras noches sin saber, vagabundeando, a causa de mi desconcertante
espera.
Te hice una propuesta ¿
la esperabas?
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