TU ERES EUROPA?
Entonces dime: Quien te
separa,
quien busca confundirte en
este falso anhelo de equilibrio,
qué quiere reducirte a ser un
corazón devorado
por helados proyectos que
queman tus brazos,
que ya no se abrirán como
para abrazar el mar
sino que se cerrarán con
fuerza sobre tus costillares.
Dónde quedaron Europa, tu
caballo y tu flecha,
dónde el rebaño buscando los
establos,
y los mares surcados en busca
de otras tierras
que eran el desafío a
extrañas ilusiones.
Fiebre y sudor fueron las
manos que izaron los veleros
que trajeron el oro del oeste
y dejaron en los cielos desiertos
señales para que los
ignorantes buscaran
en el vidrio roto de mil
estrellas,
las escrituras sagradas de
sus sueños.
¿Dónde quedaste en medio de
esta Europa?
si el progreso cavó pozos tan
hondos
que rompieron las raíces que
te ataban a la tierra
y se fueron en ellos todos
los paisajes
como flores de terror
pulverizadas
sobre sábanas de amargura,
a causa de esa extraña
disciplina
que quieren imponerte para
encadenarte.
Un sistema demasiado cruel y enloquecido
que no llega a darse cuenta
del temblor del imperio,
que ya se escuchan, no gritos
de batalla,
sino el mugido triste de la
vaca llevada al matadero
donde cotizará su precio por
cabeza
cuando ésta ruede perdida
para siempre.
Oye, yo soy Europa,
pero he perdido la mirada de
la sabiduría.
Fui entregada a un ritmo
frenético que desató un infierno
de ardor que mantiene
despiertas las heridas
y con dolor avancé por las
calles como un circo
que ha perdido su perfil y mutilado
busca
que una pirueta le devuelva
ese cielo
que otra vez haga existir al
mundo.
Hombres encadenados veo y
sordos a la vez
ocultando la falta de salida
porque han cercenado esa
imprescindible dosis de locura
que siempre acude cuando se
trata de instalar una nueva geometría.
No hay cuarteles pero la
muerte se asoma por los ojos
y los cuerpos se aletargan
porque no quieren despertar
con un nudo en la garganta
otra mañana,
en que dedos invisibles de
hierro
apunten a los sueños de la
muchedumbre
hecha de fuego y nube
que grita para romper
prisiones en pleno mediodía.
Tercamente las doce
campanadas llaman a la mesa
del pan nuestro de cada día,
y acude la sentencia del poeta,
“anochecer sin casa o
amanecer sin vida”,
siembra de guerra fría.
“Las tierras…, las tierras de
España,
jinetes del pueblo…”,
¿Tú eres Europa?
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