martes, 16 de diciembre de 2014

Vamos Yendo



VAMOS YENDO

Arriero, dile a la tropa que arreas,
que surque el monte y los llanos,
que busque su comida y emprenda en la arruga silenciosa
del sendero el camino del regreso.

Hubo interrogaciones desviadas,
palabras sin música escuchadas
en rostros secos sin rastros de lágrimas,
invadidos por extrañas ignorancias que perdieron su equilibrio
sin saber en que rincón, en que piso habitan,
si tienen que subir o bajar las escaleras,
y que no saben buscarse entre los otros.

Arriero, no llores sobre el mundo,
besa la tierra que te acoge
y mira el cielo que tan alto quedó como vacío.
Una nube con peso cargada de pensamientos estelares
gira sobre tu cabeza y anuncia con un llanto
que la alegría invadió los universos.

Luna grande, sin ojos, cargada de brillantes alumbra la ciudad
a la que llegaremos volando entre resquebrajadas tierras
y sus bordes inquietos verán el pié desnudo de la noche
quedando atrás entre las cumbres.
Seremos los pasajeros de la tierra que te siguen
despreciando los límites que oprimen las gargantas de estrellas
en el celeste espacio reteniendo la catarata de cuerpos
que quedaron perdidos, ciegos por los restos del odio.
Allá vamos arriero, que el río apresura su curso,
y el verdor se acumula empujando hacia el mar una gloria rompiente,
ahora hundida en la tumba del pensamiento negro.

Diles que el corazón nacido para amar
no fue muerto en el extinto diálogo en el que no te oías
porque uñas y dientes defendieron ese día de sol ,
ese día de amor sobre la tierra.

Todo el azul es tuyo, allá vamos arriero,
la tierra ligera vuela sola, huye de los perdidos,
se desnuda y se funde intacta como recuerdo al soplo de la vida.

Hay una piel secreta que no pierde su forma,
hay una carne dulce nacida en el instante lúcido
donde una voz penetra hasta las venas tibias de la tierra
para rodar con ella en ese beso oscuro,
como sonido oscuro recorriendo los cantos,
en pequeños latidos con olor a existencia.

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