Llegar hasta aquí fue
como atravesar un largo laberinto. A los costados, casas, la variedad de casas
de la infancia, de los juegos después del mediodía, de veredas transitadas
tomadas del brazo mientras mirábamos de costado a los otros, que tampoco se atrevían
a mirarnos.
Hubo paisajes ciudadanos
que transformábamos en paisajes selváticos, por nuestra imaginación y por la
fuerza que desplegábamos en nuestras relaciones. Hubo mentiras y traiciones,
robos que nunca eran denunciados, celos y vergüenzas cuando las miradas se
posaban en otras o cuando se posaban sobre nuestro cuerpo, incipiente fruto
madurando. Teníamos una sexualidad que orgullosamente sosteníamos como
intocable, y todo se transformaba en una pantalla de colores para mirar y para
entretenernos.
Pero ahora, lo tengo que
decir, he llegado hasta aquí y quiero quedarme. Habitaré esta nueva selva y
ustedes serán mis compañeros de tierra, donde iremos construyendo esa casa en
la que vivir, ese lugar de nuestros encuentros, esa mesa y esa cama que girarán
siempre en un torbellino de palabras, como ustedes mismos me enseñaron.
Estoy dispuesta a la
sorpresa, a la sorpresa de tu ser, pequeño humano, al que quiero decirle que no
poseeré nada de lo que nunca poseí, porque siempre pensé que del otro sólo la
palabra, nunca la vida. De mí, solo la imperfección de mi arte para que me
descubras, para que me nombres.
Te amo.
Qué belleza ese amor, "siempre pensé del otro sólo la palabra, nunca la vida" como siempre bien escrito y con una enseñanza. Gracias
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