lunes, 25 de marzo de 2013

Primer amor extraconyugal




     "Para encontrar razones de vivir, traté de destruir mis razones para amarte.                      
Para encontrar razones para amarte, viví mal”.
                                                                                   (Antonin Artaud)

Hoy tu ausencia, me pregunto por esta distancia que me habita y me hace suponer la imposibilidad de esta historia hecha pedazos, tan fragmentada, tan discontinua. Necesito de ti, necesito de un tiempo tuyo que se diluya en un tiempo más extenso de mi vida. Por momentos me parece que esta temporalidad que le impusimos a nuestros encuentros fue sólo para ponerle barreras a nuestra voracidad, temíamos comernos, pero ahora me parece que esto es excesivo.
Sufro a veces y me pregunto que haces para que yo viva mal. Todos mis encuentros en ausencia que es cuando te pienso, tienen que ver con el infierno. De la historia de los celos puedo decirte que todos tus últimos intentos para que yo pudiera soportarlos, fueron mediocremente insuficientes. Que yo a mi vez te sea infiel tampoco es una solución que me calme. Imaginarte con otra me sume en una gran desesperación, me siento desesperada de soledad, todo me molesta demasiado y tanto que pongo en juego mi propia existencia. Es la presencia de otra mujer la que me perturba, pierdo todos mis sentimientos de ternura y no podría ser de ninguna manera cariñosa con ella. Me vacío de mí y es en lo negro de la ausencia donde te pierdo, es en mi ausencia de tu vida donde pierdo mi razón para vivir y sufro.
Sufro de condenables pérdidas de mi cuerpo, lentos vacíos donde el fondo sólo puede ser una presencia, tu amada presencia tan ausente, y allí para no desear tu muerte es que te llamo y te pido. Te pido para que me impidas pensar tu muerte.
Feroz encrucijada. Sé también que sostendrás mi mirada y que no vendrás. No vendrás y desde la altivez de tu gesto deteniéndome, arrancarás de mí la próxima esperanza.
Demasiadas cosas hay que me unen a ti para que te pida separarnos. Sé que una vez mas sellaremos nuestro pacto, el pronunciado en el encuentro de nuestras miradas, nuestro verdadero pacto de amor: “Hasta el final, hasta el final”.  

martes, 19 de marzo de 2013

Recuerdos




A veces me decías: vendrá el cobre oxidado de mi voz de mediodía, vendrá a confesarte los sueños intranquilos que me persiguen nerviosos, con cúpulas de iglesias que veo a través de la ventana y vasijas del norte llenas de humedad con moho que veo desde adentro.
Y visionaba hombres en desfiles con mujeres tomadas de la mano que nunca bailaban ni jugaban en mi presencia, pero que estaban desparramados en casas imponentes con balcones y rejas de metal. Otra vez el metal pero ya no el cobre de tu voz, sino el hierro necesario para ceñirme, para contenerme, para no dejarme ir.
Me traes otra vez a mí, me acuerdo otra vez de mí, de la que fuí y a veces otra. Espero nocturnamente el regreso de mis ángeles y demonios, los espero en burla sumisa, sin apasionarme. Volveré con el tiempo, mucho tiempo que pasará hasta que me retomes en tu recuerdo, nada más que una cara soñada y así todas, nada más que caras de una ronda que gira a toda velocidad frente a una cámara filmadora. Me falta la poca decisión de abrir o de cerrar los ojos para conocerme.
Nací en un barco cosmopolita, en alta mar, océanos confluentes, país negado, tierra de todos juntos, tan juntos que ahora somos un borrón, una mancha natural, una manchita, un lunar, oh!.. Pequita de mi espalda en el omóplato derecho.
Nací sin tierras agrietadas, exigentes de amor y de alimento, bajo mis pies. Sin tierra bajo mis pies quiere decir que puedo dejarte en cualquier momento, ahora, si viniese el marino extraño que me devuelva a mi mundo hecho de aire y océanos, que me tome por sorpresa y me lleve con él a compartir un largo viaje, un simplísimo viaje alrededor del mar sin tocar la tierra. Pero no me creas, no podré dejarte nunca, estaré con vos en cada tecla que manche esta pantalla, en cada historia escrita como ésta que hecho a volar por este mundo de aire y cibernética.

jueves, 14 de marzo de 2013

Esta melodía ajena



Vino a preguntarme otra vez más si la reconocía.

En medio de un cielo gris flotaba la humedad de los pastos
donde nos encontramos en esos pequeños conciliábulos de niños asombrados por el blanco de una cicatriz y la luz mala de un relámpago marcando en el cielo esa frontera incomprensible
donde la aventura y el milagro hacen crepitar la tierra,
sólo un ensayo de melodías extraviadas
que vienen a preguntarme por mis extravíos.

Hay en mí insaciables vapores que también se levantan
y ascienden como pájaros negros en medio de esta lluvia
que insiste en mostrarme que hubo vientos
y sombras asustadas por esos llantos,
en un cielo denso como pena que extraña al que fué amado.

Lágrimas y lejanías entablan melodías fuera de mí,
que ignoran por ahora lo que traerá el día,
si una cama profana o burbujas reflejando
aquellos rostros que aparecieron y luego se marcharon
sin dar lugar al sermón de despedidas
que cayó desvanecido como un instante de dicha
frente a la fealdad y la miseria.

Se unió a mi alma esta atmósfera
que comenzó a entonar cantos obscenos,
sin nombre ni tiempo, inclinados sobre mi destino
y que brotaron de mis labios
como violetas solitarias abriéndose a la lluvia.

Fuera de mí, ardiendo de placer
se convocan los dioses de mejillas infladas tocando las trompetas
y comienza un aleteo de gotas aturdidas
que entonan letanías vueltas íntimas como sábanas flotantes,
con fantasmas que salen ilesos de conjuros
cual monjes de una procesión lejos del monasterio.

La historia que vivimos vuela sobre un paisaje
donde al final no hay nadie
e insiste en lo que vino a preguntarme,
y el eco de la ausencia toma su voz de trino
cegada por la luz diciendo con un aliento de delirio:

¿me reconoces?

Soy esa melodía obtusa que pierde el pié en el terror del tiempo,
soy tu extraña pasión, tu crispación despojada de memoria,
tu nota no sabida, tu propia ajenidad.

Y la duda se hundió mansamente en el pentagrama tendido
donde se engendran los versos de los hombres.

lunes, 11 de marzo de 2013

Te xtraño




         Son las dos, y vos que llamás a veces, o no llamás, como ahora, mientras te espero igual, en esta tarde que está llena de sol y cielo. Te imagino llegando, con los bolsones que no caben en tus brazos, bajando en la estación en medio de una nube de arena, y vos defendiéndote a codazos hasta encontrar a Ug. que pudo ir a esperarte y que te tranquiliza.
         Hay un poema tuyo colgado en la biblioteca, sostenido por unos libros al que anoche no me pude animar porque se me llenaban los ojos de lágrimas, tanto que no podía ver la cama desordenada, por nuestra costumbre de no ordenarla y porque no estás. Tuve que dormir anoche con una manta encima porque tenía frío y ni siquiera se acercaba el gato al que le dejé toda la noche la puerta abierta como señal de que podía entrar, pero el tampoco quiso moverse de su territorio, como si de alguna manera comprendiese que hay vacíos que me tocan solamente a mí.
          Ahora estoy sentada frente a la máquina y entra el reflejo del sol por los vidrios y no hago más que pensar en el mar y en el fin de semana juntos. Lo espero, como el regalo prometido, como si Los Reyes hubiesen bajado a mis zapatos y hubiesen abierto esta carta dirigida al borde impreciso de tu ausencia. 
Te amo.