jueves, 7 de febrero de 2013

Él esperaba de mí una respuesta




No estás.
Mi mano había quedado desde ayer prendida a tus cabellos.
Era una de esas noches en que la ciudad desprende de su asfalto nubes de humedad, cálidos vapores envenenados de nostalgias y pensamientos pesados como la atmósfera en la que me sumergía. No encontraba ninguna cosa para hacer, solo esperar alguna señal tuya después de aquel encuentro, una señal, como si no hubiese en el mundo ninguna otra cosa que me estuviese destinada.
Decidí perderme en la ciudad, hasta encontrarme parado frente a tí que no conozco, tratando de convencerte de que te quedes conmigo en esta mesa, porque te voy a acompañar a vos que venís de otro país y no entendés el idioma, que entraste aquí para encontrar a una mujer y resulta que sólo alcohol y cigarrillos con otros como vos. Como yo también, perdido en la ciudad, perdido en esos besos, tratando de que esa mujer que encontré quiera darme una señal para que sea posible amarla.
A medianoche una mujer vestida de azul estricto seguía tocando un instrumento de viento en la pequeña plataforma del “Texas Bar” y despertaba en mí sentimientos atroces donde lo ridículo se imponía y la burla explotaba en una carcajada irresistible cada vez que la miraba porque la confundía con una virtuosa del ejército de salvación, tan rígidamente parada, tan pulcra, como si ella se hubiese convertido también en un instrumento brillante y sonoro pero sin alma.
Me quedé hasta que un sentimiento de desesperación surgió de esos personajes ya desdibujados en medio de la bruma, alientos de urgencias me rodearon y empujaron de mí hasta hacerme sentir que esa desesperación era la que me expulsaba.
Tal vez la misma desesperación que me llevó hasta ellos, y me arrojé nuevamente a la calle a seguir caminando la noche y así llegué hasta las dársenas del riacho ancho y sucio y desmantelado con chatas y cargueros pudriéndose hasta la mitad en el agua y otros restos asomando ambiguamente negros sobre la superficie.
Subí y baje por las veredas desparejas y casas de madera sin saber qué, hasta llegar a entrar nuevamente a otro lugar cerrado y poner una moneda en una máquina y quedarme a escuchar de pié algún blue mientras miraba sin ver otros rostros tratando de encontrar alguno, que no encontré allí ni en esa noche.
Después otra vez las calles y otras noches sin saber, vagabundeando, a causa de mi desconcertante espera.
Te hice una propuesta ¿ la esperabas?

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