jueves, 1 de agosto de 2013

Mi Secreto





 Cielo de verano en Madrid
e invierno en Buenos Aires.
Cielos enfrentados como dos espejos:
humedades y luz.

Camino como si las nubes hubieran descendido
y fuesen mi captura en una imaginaria canción
saliendo inocente de mis labios,
como una pompa de jabón, sin sombras.

Los antepasados convertidos en espíritus
colgaban de las ramas del ciruelo
y sones de trompeta acompañaban los pasos del silencio
posándose en la tierra fascinada por el vuelo de un pájaro
que señalaba el camino del olvido.

La música del río sonaba atronadora y llegó hasta la orilla
arrastrando una camisa roja con ojales enormes
por donde el tiempo pasaba gota a gota
repitiendo: soy lo que fui.

Recogí del bolsillo un papelito que desdoblé
entre risas y llantos mientras espantaba
las dudosas miradas de las moscas y su zumbido
para que se perdiesen en el mundo impalpable
de esa línea raptada por el cielo.

La boca de papel me preguntaba
¿dónde se esconde lo que nunca me dijiste?
y preferí que se rompa en mil pedazos el destino
y entre astillas de vida besé la camisa destrozada
y me hundí en la ceguera de un relámpago miserable
sin confesar, porque no me acordaba,
en que despojo dejé oculto mi último secreto.

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