lunes, 22 de septiembre de 2014

A MIS AÑOS VIVIDOS



A MIS 76 AÑOS VIVIDOS


Caen números sobre la arena mojada y dejan que sus huellas
se borren al ritmo de las mareas altas.
Un famoso silencio de décadas cayéndome encima inventó la leyenda.

Mi habilidad sobre las letras legó un pequeño papel dejado en el olvido,
y debo confesar que mi sangre se endulzó con los antepasados de la magia.
La hambrienta poesía aún no nacida organizó como se organiza una fiesta
el amoroso festín de una forma de morir amando.
En tanto la vida en gigantesco remolino se llevó a los ídolos hacia las tinieblas y les encomendó la tarea de vigilar el instante,
sólo aquel tiempo en que se deshacen las estatuas.

No hubo cánticos para mi torpeza,
el ojo que refleja un espejo viajero no pudo detenerse
y me fue imposible anotar el episodio inmortal,
esa evasiva metáfora de la verdad reconocida por la especie
que aún no le dio la bienvenida.

Pero no hubo perturbación en el espíritu
la pequeña caja del corazón en dos latidos
le dio la orden al tiempo que me siga,
y el tiempo aún no me encontró,
sólo retuvo en una eterna pausa
la armonía que junta la muerte con la vida
el desierto y el llano, lo yermo y lo sembrado.

Sin  poder anotar en el cuaderno el episodio aquél
vagué por los lugares donde camino sola
con la marcha imperfecta por culpa de mi sombra
dejando a la vera del camino emblemas de un pasado,
y la edad, el tiempo, el sexo, no quedaron golpeados por las piedras,
sólo desposeídos por una loca conjetura.

En una mañana de mínima importancia,
grité el invento del mi misma:
Libertad, libertad, pasión del libre,
y la impiedad cayó sobre la gran conspiración
quedando libre del mi misma,
la herida colgando de mis labios,
la cabeza inclinada hasta caer como una tinta roja
derramada en el agua donde el remero impaciente
está esperando el golpe de bastón que inicie el recorrido.

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