VERDEAMOR Norma Menassa sobre el Poema el Árbol
que no ama de Germán Pardo García
Criatura en reposo, a orillas
del espanto,
no quieras penetrar en mis
enigmas después de haber vivido tanto.
Después de haber sembrado
inmensas extensiones
desparramando el ser,
no debes inquietarme
echándome a la tierra desolada
porque las formas cambian
insensibles,
lo que no cambia es alma.
No clausures tu sangre en
nervaduras
que hasta mi corazón llegan
los interludios
y quedo sola sin temor al
llanto,
buscando una metáfora divina
para burlar moradas del
estigma,
que yo también ya tengo el
rostro ligeramente verde
y en la memoria el musgo fulgurante
crece entre heliotropos infernales
y la vara de mimbre guarda
apenas cicatrices de amor y numerosos goces, penitenciales formas que fulguran
mis sienes con sus bocas sonámbulas.
Venid a mí igual,
de cualquier forma,
que tampoco mis besos pudieron
alcanzarte,
pero una inteligencia
subterránea rompió la tierra donde hundí raíces
y llegué hasta el sepulcro
desnudando su atávica soberbia,
y quedó mi mugrosa vestimenta
colgada en la alambrada
donde un hombre-árbol me
esperaba.
De su corteza de epidermis
brotó el calor del territorio americano
y una garganta de leña
humedecida,
dejó salir a un ruiseñor
herido que atravesó un bosque antropomórfico
y fui mujer-laguna que
reflejó tu verde desamor de un bosque humano.
Y déjame por hoy que no es el
día,
hoy quiero la intemperie, que
yo también amo el relámpago
el que ilumina tu cuerpo
masculino.
Que no fue tu oscuridad,
sino tu verde, del que quedé
prendada.
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