ENCAJES DE BOLILLOS
La noche se abrió en la
ventana y el cielo quedó esperando pájaros.
Mañana será todo distinto
pero ahora es mío el infinito.
Mañana será una madrugada con
silencios
entre los que pasarán las
sinfonías solares
volviendo fosforescentes los
frascos de mi cuarto.
El rocío perdido entre los
yuyos despertará al dueño de las vacas
que saldrán a iniciar el
ritual de cuatro estómagos pastando,
sin saber nunca que junto a
ellas iba mi temblor al contemplarlas.
A causa de mis ojos que las
miran salieron devoradas
por alguna locura desatada
que se clavó en sus redondos ojos fijos
haciéndome pensar en la
inconstancia de esta tierra,
y en la fragilidad con que
existieron los días de mi alma.
La que fui y estoy siendo se
acompañan tomadas de la mano
saltando al ritmo de un
corazón que vibra como un río
y se preguntan por aquellas
tardes en que plegarias de países olvidados
salían a la puerta de la casa
a tejer sus encajes
mientras pequeños remolinos
de hilos
traían las ausencias a
sentarse con ellas
porque eran íntimos y habían
partido de forma inexplicable.
Apenas una imagen junto a un
lejano mar cubierto de pañuelos
y una ínfima historia pegada
a sus polleras
sin poder esconder las
huellas que algún Dios,
habría grabado entre sus
piernas entreabiertas
salpicadas con agua, sal, y
granitos de arena.
Océanos de espuma borran las
huellas de los pájaros
y cortejos nupciales anuncian
haber llegado al borde de este mundo
donde mujer y espuma inician
el delirio con la luna
y el blanco hilo dibuja
sutilmente en el encaje
el movimiento de sus brazos
desnudos agitando el pasado
sin rezos en la voz y dueñas
de una memoria de borrascas.
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